VIAJAR PARA CREAR

¿Para qué viajamos?
Es una pregunta que me he planteado en mis últimos dos viajes.
Y, sinceramente, a veces no sé cómo responder.
¿Viajamos por necesidad? ¿Por validación? ¿Por trascendencia?
Y aún más importante: ¿qué hacemos con ese viaje?

Por mi trabajo, son preguntas difíciles de ignorar. Pienso en mis clientes y en sus problemáticas, y sé que no hay una sola respuesta.

Sin embargo, al viajar con diversos grupos, he notado tres constantes que se repiten —de una forma u otra— en lo que consideramos importante al viajar:

1. Tomarse fotos

Decir “hola, soy yo, estoy aquí”.
Es, sin duda, lo que más se piensa antes, durante y después del viaje: buscar los spots, armar el outfit, cargar los dispositivos, hacerte una mini sesión en el lugar escogido, editar las fotos, publicarlas… y pasar a lo que sigue.

Pero hay algo más detrás de cada click.
A veces la foto no es solo para recordar, sino para probar que lo viviste, que no lo soñaste.
Que estuviste ahí, por fin.
Y cuando no logras esa imagen perfecta, hay una pequeña frustración: como si el viaje no contara. Me paso en China, no me encantaron las fotos que me tomaban, me sentía triste por mi apariencia y parecía que mi viaje no se realizo por esa razón banal.
Es frágil, pero es real.
Nos hemos acostumbrado a vivir para compartir, pero… ¿qué pasa con lo que no se publica? ¿acaso no existe?

2. Comprar

Aunque hoy todo nos llega por Amazon o Shein en 3 a 15 días, comprar algo en el destino sigue siendo un acto especial.
Es distinto tocar, probar, elegir ahí.
No es solo el objeto: es el momento en que lo encontraste.

3. Comprender la explicación de los guías

Saber qué es, qué significa, por qué está ahí.
Buscar el valor histórico, arquitectónico o espiritual más allá del “punto icónico”.
Es la necesidad de darle sentido al lugar.

Claro, hay muchas variantes dependiendo de los gustos y necesidades de cada viajero.
Y ninguna está mal.

Pero lo que yo quiero plantear es esto:
¿Qué podemos hacer para darle verdadero sentido a un viaje?

Mi respuesta, personal, es crear.

He estado en China, Costa Rica, Perú, EE.UU., Cuba, Belice, y he recorrido México.
Y aunque sé que me faltan muchos lugares, no quiero simplemente pisarlos y tomarme una foto.
Quiero hacer algo con ello.

No quiero que mi viaje se quede solo en Instagram o en una anécdota esporádica.
En mi caso, canalizo mis viajes a través de la creación:
Diseño desde lo que vi y sentí, ilustro los paisajes que me marcaron, las personas que conocí, las emociones que viví.

Así me siento más conectada, más en paz.

Cuando viajo, me siento dentro de una burbuja: todo es nuevo. Soy turista, observadora, aprendiz.
Sé que no viviré lo mismo que un local, sé que haré comparaciones con mi país, a veces buscando validación, otras separando.

Pero lo que busco es conectarme con lo que vivo, aunque sea muy distinto a mí.
Y al volver, esa burbuja parece romperse.

Ya no están los amigos que hice en días intensos, ni la dinámica del grupo, ni esas pequeñas cosas molestas o divertidas.

Dicen que estamos en constante cambio, que morimos un poco con cada experiencia porque no volvemos a ser los mismos.
Y es cierto.

A veces, cuando esas dos versiones de mí se encuentran —la de viaje y la cotidiana— siento un pequeño choque.
Y muchas veces, todo lo vivido se queda guardado… hasta la siguiente aventura.

Pero cuando creo desde el recuerdo y el sentimiento, me vuelvo a encontrar.
Puedo tocar esa realidad que dejé atrás. Puedo revivirla, resignificarla, entenderla mejor.

Entonces te pregunto:
¿Qué haces tú con lo que sientes después de un viaje?
¿Lo escribes? ¿Compones una canción? ¿Emprendes algo nuevo con esa inspiración?

Quiero conocer tu enfoque, tu canal.
¿Qué creas con lo que viviste?

KrLynx

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *